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Ortografía, tipografía y ortotipografía
En qué consisten, para qué sirven, en qué se diferencian

Revisado: 2012-02-10

La ortografía es el conjunto de normas que regulan la escritura de una lengua. La ortografía decide, por ejemplo, qué letras concretas han de emplearse para escribir una palabra (como v o b, g o j...), cuándo se emplean mayúsculas, el significado básico de signos como la coma, las comillas, etc. La ortografía se aplica a todo tipo de escritos, ya sean tipográficos o manuscritos

La tipografía es el arte de crear y combinar tipos, es decir, letras de imprenta, para producir libros, revistas, folletos, páginas web, etc., con el objetivo promordial de facilitar su lectura y que el contenido se transmita de forma eficaz.

La ortotipografía (en inglés typographical syntax) estudia la combinación de la ortografía y la tipografía y concreta la forma en que la primera se aplica en obras impresas. Un par de ejemplos pueden ser ilustrativos:

  • la ortografía establece que las siglas han de escribirse con mayúsculas, pero un tipógrafo observará que su mayor tamaño produce «manchas» en la página que pueden distraer al lector y por tanto se introduce la norma ortotipográfica de que esas mayúsculas se pueden componer como versalitas o a un tamaño menor;
  • el punto cierra oraciones, pero si coincide con una llamada de nota voladita, se pueden producir «escalones» visuales que, de nuevo, pueden distraer al lector, por lo se desplazan las llamadas para que sigan al punto.

La ortotipografía es una disciplina práctica: partiendo de la ortografía, el diseño editorial y los medios técnicos, el ortotipógrafo deberá tomar decisiones para que todas estas piezas encajen en beneficio de la comunicación escrita. Es decir, no existe en rigor una normativa ortipográfica, sino muchas, en función de cada caso. Para más detalles, véase Ortotipografía: origen, principios, funciones.

La tipografía a su vez se suele dividir en microtipografía y macrotipografía. La microtipografía estudia la colocación de las letras y los signos con relación a los otros, el espacio entre letras o entre palabras, etc., por lo que se puede considerar que la ortotipografía es en gran parte una parte de la microtipografia; los reajustes en la forma de las letras, que hoy son sencillos gracias a las tecnologías digitales, también son parte de la microtipografía. La macrotipografía se centra en la forma en que los bloques de texto se distribuyen en la página y el efecto global que producen.

La composición tipográfica (es decir, la unión de letras para formar palabras, líneas y planas), suele referirse a la microtipografía, mientras que la maquetación o diagramación y el diseño gráfico están relacionados con la macrotipografía. Por medio de la compaginación, el texto compuesto se va distribuyendo en las páginas según una maqueta dada.

Actualmente hay muy pocos programas que se centren en la microtipografía, como hace TeX, ya que normalmente se da prioridad a los aspectos macrotipográfico del diseño gráfico, que son más vistosos, como ocurre con QuarkXPress o PageMaker. Solo recientemente, el programa de maquetación InDesign ha comenzado a prestar atención a la microtipografía, aunque todavía quede lejos de sistemas como TeX, especializado en la composición.

La palabra tipografía también se emplea como sinónimo de diseño tipográfico, que estudia las formas de las letras y los signos para crear nuevas familias de fuentes. Sin embargo, en la composición tipográfica el estudio de los estilos y familias de letras también es importante para su correcto uso.

En tipografía, como en ortotipografía, hay que tener presentes tres factores: tradición, uniformidad y estética.

  • La tradición nos permite reconocer los códigos y su significado gracias a que nos resultan familiares. Por ejemplo, cuando queremos hacer un inciso para aclarar algo lo podemos poner entre comas; no hay más razón para usar precisamente esas comas en lugar de, digamos, dos puntos o arrobas que la costumbre de verlo así.
  • Con la uniformidad podemos interpretar mejor esos códigos sin tener que preguntarnos a cada paso por su sentido. En cierto modo, la uniformidad hace que esos códigos nos resulten invisibles y al tiempo reconocibles.
  • Finalmente, la estética nos alienta a ver esos códigos o, si resultara feo, a rechazarlos. Un libro bien compuesto invita a la lectura.

Ninguno de estos tres principios es absoluto. Podemos innovar con nuevas formas de usar los códigos siempre que estemos convencidos de que con ello el lector sale ganando y le compense el esfuerzo adicional necesario para ajustarse a ese nuevo convenio. La uniformidad puede romperse para destacar o señalar algún elemento, y de hecho esa es la forma normal de hacerlo (esa ruptura de denomina diacrisis). En cuanto a la estética, todos sabemos que los modas son pasajeras y por tanto no debemos darle prioridad sobre otros factores, pero eso tampoco quiere decir que debamos descuidarla.

Habría que añadir un cuarto factor: los condicionantes técnicos, puesto que la tipografía depende de unos medios concretos. Sin embargo, hay que evitar confundir la tradición con las normas surgidas de las posibles limitaciones que en un momento dado impusieran las tecnologías en uso (a este respecto, véase, por ejemplo, Los paréntesis).

Con todo, nunca debemos perder de vista el objetivo último de la tipografía: el lector.

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